Ella era muy hermosa pero soy un hombre prejuicioso  y comencé a dudar.  Para sacar las dudas  de mi mente tenia que acercarme y escuchar pero mis temores resultaron ser una  realidad.
En tres   minutos de charla repetía mas de cinco veces la palabra “nada” y le daba  mas usos que a un ipad. De cerca note que su belleza era algo que se le parecía  pero definitivamente no lo era. 
Pero lo mas triste fue descubrir que si no me  alejaba de ella la paz que encuentro en mi soledad y ansio compartir con una  talvez inexistente alma gemela se apagaba. El tono agudo de su voz, su mirada  perdida hacia una cámara que en realidad no estaba allí, su incapacidad para  diferenciar el amor de los impulsos irracionales y autodestructivos como los  celos, era todo un combo de sutilezas irritantes. Es verdad, mi ritmo cardiaco  acelero mientras la tuve cerca pero el causante no era el miedo a perderla, eran  los nervios, la mala sangre, la sobrevaloración del ego, sensaciones que me  transmitia aun hoy no comprendo como hacia ella para vivir en su compañía.  
Pero lo que me obligo a alejarme fue su desprecio  por el silencio, su necesidad de expresar ideas que no había pensado, de  comunicarse sin tener nada que decir. Entonces mire hacia atrás, hacia mis días  antes de haberla conocido y decidi ponerle fin a nuestra interaccion de cinco  minutos eternos.
Regrese a mi burbuja, abrace la seguridad que me  brindaba y la forma en que protegía mis sentimientos de las personas y mire por  la ventana. Gente triste, sin trabajo, insegura, hambrienta, engañada.  Ahí me di cuenta, ella tiene la culpa porque  ignora los limites de su poder, no sabe que no esta sola, que son la mitad mas  uno, que cree haber elegido un tatuaje, un imitador simpatico, un programa de  televisión cuando en realidad opto por el olvido al sufrimiento del  desdichado.
¿lo mas curioso? Le hecha la culpa quien ocupe la  casa rosada.
 
 
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